Aquí estoy, rumbo a Cabarete con mi tío que ha escogido subir por San Francisco de Macorís para ir a ver a su padre.
Desde que llegamos a esta ciudad el paisaje me ha abierto los ojos y me ha llenado el alma de paz. Se pierde mi mirada en los arrozales, verdes… llenos de esperanza.
Cruzamos por el centro del pueblo para dirigirnos a la carretera que conduce a Tenares. Pasamos por el río El Jaya, que ya tiene más basura que agua.
En el camino veo toda clase de cosas: dos niños haitianos vendiendo películas pirateadas, un bar abierto jueves a las 2 PM lleno de mujeres y hombres tomando alcohol (haciendo turno para ir al hotel de arriba), etc.
Pero por lo que he decidido escribir no es para contarles de los muchos haitianos indocumentados que viven en nuestro país, ni del trabajo infantil y los peligros que enfrentan los niños en la calle, ni de la prostitución, ni del sida, ni del alcoholismo o las drogadicciones, ni de que no entiendo como es que la clase pobre bebe tanto y no utiliza su dinero en superarse, ni mucho menos hablarles de lo rápido que se secan nuestros ríos mientras son llenados de basura.
No. Yo quiero contarles acerca de todo lo bello que veo en el camino.
De kilómetros de camino custodiados por hermosas siembras de divino CACAO.
El hace único este lugar. Hace que todo sea diferente… todo.
Me hace sentir plenamente orgullosa de haber nacido en esta media isla, feliz de pertenecer aquí, de que EL MEJOR CACAO DEL MUNDO y yo compartamos el mismo gentilicio.
Lo que para mí es una delicia y un orgullo para otros es, también, sustento de vida.
Y como no quiero contarles nada desagradable, déjenme hacerles participe de mi conversación con el Jefe:
“Dios mío, por favor asegúrate de que aquellas personas que siembran y cosechan este cacao lo puedan vender a un precio justo.
Por favor ayúdalos a que no tengan que vender sus tierras a una gran compañía, porque ya sabes lo que pasaría: el agricultor vende su tierra a una compañía exportadora de cacao orgánico, le sigue trabajando por un salario mínimo y esta compañía vende su cacao al precio que quiera y se hace más y más rico. Que conste que yo no tengo nada en contra de estas industrias… pero siento un cariño inmenso por la gente del campo. Espero que se haga tu voluntad.”
Si eres dominicano te sentirás tan orgulloso como yo, y si no lo eres no te preocupes porque hay chocolate para todo el mundo!!!
Desde que llegamos a esta ciudad el paisaje me ha abierto los ojos y me ha llenado el alma de paz. Se pierde mi mirada en los arrozales, verdes… llenos de esperanza.
Cruzamos por el centro del pueblo para dirigirnos a la carretera que conduce a Tenares. Pasamos por el río El Jaya, que ya tiene más basura que agua.
En el camino veo toda clase de cosas: dos niños haitianos vendiendo películas pirateadas, un bar abierto jueves a las 2 PM lleno de mujeres y hombres tomando alcohol (haciendo turno para ir al hotel de arriba), etc.
Pero por lo que he decidido escribir no es para contarles de los muchos haitianos indocumentados que viven en nuestro país, ni del trabajo infantil y los peligros que enfrentan los niños en la calle, ni de la prostitución, ni del sida, ni del alcoholismo o las drogadicciones, ni de que no entiendo como es que la clase pobre bebe tanto y no utiliza su dinero en superarse, ni mucho menos hablarles de lo rápido que se secan nuestros ríos mientras son llenados de basura.
No. Yo quiero contarles acerca de todo lo bello que veo en el camino.
De kilómetros de camino custodiados por hermosas siembras de divino CACAO.
El hace único este lugar. Hace que todo sea diferente… todo.
Me hace sentir plenamente orgullosa de haber nacido en esta media isla, feliz de pertenecer aquí, de que EL MEJOR CACAO DEL MUNDO y yo compartamos el mismo gentilicio.
Lo que para mí es una delicia y un orgullo para otros es, también, sustento de vida.
Y como no quiero contarles nada desagradable, déjenme hacerles participe de mi conversación con el Jefe:
“Dios mío, por favor asegúrate de que aquellas personas que siembran y cosechan este cacao lo puedan vender a un precio justo.
Por favor ayúdalos a que no tengan que vender sus tierras a una gran compañía, porque ya sabes lo que pasaría: el agricultor vende su tierra a una compañía exportadora de cacao orgánico, le sigue trabajando por un salario mínimo y esta compañía vende su cacao al precio que quiera y se hace más y más rico. Que conste que yo no tengo nada en contra de estas industrias… pero siento un cariño inmenso por la gente del campo. Espero que se haga tu voluntad.”
Si eres dominicano te sentirás tan orgulloso como yo, y si no lo eres no te preocupes porque hay chocolate para todo el mundo!!!
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